Primeras comuniones


Creo que en este momento de grave crisis económica deberíamos de tener muy presentes las siguientes palabras de don Manuel Sánchez Monge, Obispo de Mondoñedo-Ferrol.

En torno a la celebración de las primeras Comuniones existe con frecuencia un
negocio económico que las convierte en una carga social. Se trata de elementos
añadidos con el tiempo y la costumbre que distan muchas veces del mensaje
evangélico y sus consecuencias. Debemos, por tanto, alertar a la comunidad cristiana
en general, y a los padres y catequistas en particular, para que no caigan en las
redes del consumismo y se recupere la autenticidad  y sencillez evangélica de estas
celebraciones.   
La primera Comunión no es un hecho aislado. Se inserta dentro de un proceso que
llamamos la ‘Iniciación cristiana’ que está dirigida a ‘formar cristianos’. Se trata de
ayudar a incorporarse a una comunidad que vive conforme a un estilo evangélico y
que celebra la Eucaristía como elemento esencial de la vida cristiana. La meta de la
catequesis y de la Iniciación cristiana es la vida entera del cristiano. La recepción por
vez primera de la Eucaristía ha de revestir el máximo sentido cristiano y ha de ser
una auténtica expresión de fe. En una palabra, lo que buscamos es que la celebración
de la primera Comunión sea para el niño, por encima de todo, una vivencia religiosa
y de acercamiento a Dios. La primera Comunión no ha de ser la última porque la
primera Comunión no es final, sino comienzo. De hecho, en otro momento del
camino catequético tendrá lugar la Confirmación.
Nada impide que la celebración de la primera Comunión sea una fiesta. Es evidente
que ese día ha de ser gozoso y festivo; hay que celebrarlo de modo especial. Pero
hay que evitar extremos y cosas superfluas. En la celebración litúrgica no es bueno
que haya cosas espectaculares que la hagan demasiado lejana de lo que luego será la
Eucaristía dominical. Habrá de evitarse, en lo posible, el movimiento de fotos y de
vídeos, la teatralidad de las ceremonias o de los símbolos. Está bien que sea una
fiesta, pero una fiesta de fe. 
Siempre, pero especialmente en este momento de fuerte crisis económica, pido a los
padres con humildad pero con firmeza que no caigan  en la espiral consumista. El
excesivo lujo en la comida y en los trajes, los regalos muy caros, los gastos
desorbitados que incluso las familias necesitadas se ven obligadas a hacer para no ser
menos que los demás, van en contra de lo que la Eucaristía representa. Son
ostentación y desprecio de los pobres, olvido de la sencillez del Evangelio. Una cosa
es hacer fiesta gozosa y otra muy distinta el excesivo lujo y la complicación de una
fiesta que desvía y distrae de lo más importante y central del acontecimiento que se
celebra. 

Creo que es importantepor nuestra parte resumirlo en que:  los padres cristianos tienen su responsabilidad en el crecimiento y maduración de la fe de sus hijos, acarreada por el hecho de la decisión libre de que sus hijos reciban la Primera Comunión. Por ello, no todo se reduce a organizar y acompañar a los niños en ese día y después desentenderse. Es necesario el acompañamiento espiritual y formativo de la familia. Que los chicos vean a sus padres vivir los valores del Evangelio, que rezan, leen las Sagradas Escrituras y participan de los Sacramentos. De esta manera, las futuras generaciones de cristianos comprenderán que no podemos vivir sin la Misa como momento primordial para crecer en la fe y vivir en la caridad. 




Comentarios

Publicacións populares deste blog

Novena a San Ildefonso